Martes octava de Pascua.

He visto al Señor
La comunidad comienza a experimentar un capítulo nuevo en su historia; ahora los miedos, los reproches y las dudas se irán transformando en confianza y compromiso. La comunidad discipular se prepara para recibir el Espíritu Santo y, de esta manera, convertirse en comunidad misionera entregada al anuncio de cuanto aprendieron con Jesús, confirmando su testimonio con obras y hasta con la propia vida. María Magdalena, y luego toda la comunidad discipular, reconoce que Jesús es el único maestro. Alrededor de su propuesta ellos han apostado sus vidas y les han dado un nuevo rumbo.
La vida cotidiana se verá transformada en la consolidación del discipulado, en torno a la memoria del Maestro. Ellos y ellas son herederos del proyecto que en otro momento Jesús soñó y que ahora debe continuar en la historia. La Pascua es un momento de gracia que no podemos dejar pasar sin agradecer a Dios las veces en que nos ha dejado ver su rostro y nos ha alcanzado con su misericordia. Los seres humanos de toda raza y cultura hemos sido convocados por el testimonio de estos primeros cristianos, para que conozcamos y nos apasionemos sin reservas por la causa de Jesús: el reino..

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