Carne por la vida del mundo.


(Jn 6, 44-51) Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo. 

Así como la multiplicación de los panes pudo ser un momento estelar de la vida pública de Jesús, la aclaración posterior de lo que fue aquel signo supuso una crisis. Para escándalo de muchos, Jesús aparta del Evangelio las búsquedas pasajeras de felicidad. La abundancia del Pan multiplicado nada tiene que ver con ellas. Jesús nos quiere situar en otro nivel. La vida, la que solo El da, no expira. Es alimento imperecedero. Pan que no endurece. Sustento que no caduca. Pero brota de una libertad excepcional, de la que Jesús es portador: la libertad que, por amor, relativiza los deseos egocéntricos de autoafirmación. Esa es la paradoja: la vida que se dona se eterniza, ise convierte en vida de Dios! 
 
Y sí, esa vida contagia y provoca finalmente el milagro: hace que el ser humano «no muera». 
 

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