Pedro y Pablo.

Pedro y Pablo representan dos caminos diferentes y complementarios de edificación de la iglesia. Pedro, un humilde pescador de Galilea, compañero de andanzas de Jesús, hombre sincero y temerario, representa a ese pueblo sencillo que acoge con alegría y ardoroso corazón la invitación de Jesús al seguimiento. Pablo, en cambio, hijo de una familia notable, ciudadano romano, hombre ilustrado y profundo conocedor de las Escrituras, representa a esa parte del pueblo de Dios que se siente deslumbrada por el llamado de Cristo y se vuelca completamente al servicio de todos los hermanos. Los dos emprenden, por caminos diferentes, la vía que los conducirá a Roma y al martirio. Pedro y Pablo median en los muchos conflictos y dificultades de la comunidad naciente; y aunque tienen titubeos, orientan sabiamente al pueblo que Jesús les ha encomendado y llevan su testimonio de fidelidad hasta el martirio. Los dos se constituyen en verdaderas columnas que sostienen a la comunidad creyente en medio de las dificultades y persecuciones. Hoy debemos preguntarnos si, como cristianos, somos capaces de fundir la tenaz fidelidad de Pedro y la capacidad de Pablo para servir al pueblo cristiano y conducirlo sabiamente por los caminos del Señor.

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