San Juan Bautista.

Is 49,1-6: “Te hago luz de las naciones”
Sal 138:
Te doy gracias, porque me has escogido portentosamente.

Hch 13,22-26: “Antes de que llegara Cristo, Juan predicó”
Lc 1,57-66.80:
“Se tiene que llamar Juan”


Lucas nos lo presenta como una especie de ‘precursor’ de Jesús, y nosotros tendemos a recordarlo como el que bautizó a Jesús. El mismo evangelio de Lucas nos muestra, mediante un interesante paralelo, las semejanzas entre la misión de Juan y la de Jesús. Juan Bautista convocó a todo el pueblo a orillas del Jordán con la consigna de arrepentirse de los pecados. La inmersión bautismal simbolizaba esa transformación radical. Los que recibían ese baño purificador se comprometían a dejar los viejos caminos de la religión ritualista y sin compromiso, para encaminarse por la aventura del desierto personal, donde la única guía era el espíritu impetuoso de la novedad divina. La acción de Juan no es la de un simple tamborilero que marcha al frente de la procesión, sino la de un ‘auténtico enviado de Dios’ que estaba allí como emisario del Señor y no por casualidad. Celebremos hoy el nacimiento de aquel personaje que desde su nacimiento comenzó a cautivar los corazones de sus contemporáneos, y que habría de llevar su misión a plenitud al entregarle a Jesús la llama del anuncio profético de la Buena Noticia.

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