Santo Tomás, Apostol


Ef 2,19-22: “Están edificados sobre el cimiento de los apóstoles”
Sal 116 : Id al mundo entero y proclamad el Evangelio.
Jn 20,24-29:
“¡Señor mío y Dios mío!”


Tomás es uno de los seguidores más cercanos a Jesús; por eso lo festejamos hoy. Recordamos su testimonio porque sirve de ejemplo, que es el sentido que tiene para la comunidad la celebración de los santos. Ellos son modelos a imitar en su relación con el Maestro. Miramos así tres elementos en Tomás: uno, su seguimiento de Jesús. Los relatos evangélicos lo presentan como alguien que hizo el camino del Maestro. En ese seguimiento, de seguro cambió de proyectos: tuvo que dejar a los suyos y sus cosas para irse tras la propuesta del reino. Dos, su testimonio del Resucitado. El evangelio resalta su incredulidad inicial: en la primera aparición no estaba, y tercamente se aferra a elementos racionales y físicos que le sirvan de prueba: las heridas en manos, pies y costado. Pero al presentarse Jesús resucitado, sin necesidad de meter dedos o mano se convence ante su presencia de que su amigo Jesús vive, y lo proclama “¡Señor mío y Dios mío!”, con una fe profunda en el Resucitado presente en su vida. Y tres, aunque no es dato evangélico, lo imaginamos saliendo de Judea como los otros apóstoles, a predicar la Buena Nueva a todas las naciones, fiel a la misión que les da Jesús antes de irse al Padre. Así, se dice que Tomás evangelizó en la India.
Esta fiesta es una ocasión para revisar nuestra vivencia cristiana, personal y comunitaria, de la Buena Noticia; un motivo para mirarnos al espejo de los mayores que vivieron antes que nosotros la fe en Jesús resucitado.

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