Viernes 10 de julio de 2009


Gn 46,1-7.28-30: “Puedo morir, después de haberte visto”
Sal 36: El Señor es quien salva a los justos.
Mt 10,16-23: “No sereis vosotros los que hableis”

Este discurso nos habla de las dificultades y persecuciones que trae consigo la misión. La perspectiva es dramática, pero ofrece también una voz de aliento y esperanza, y exige del discípulo un equilibrio, manifestado en el uso de las características de la serpiente y la paloma.
La configuración con Jesús se vive también en este campo: los discípulos serán perseguidos por las mismas personas y grupos que lo han perseguido a él: el sanedrín, la sinagoga, la propia familia...
El evangelio nos recuerda, como consejo a los discípulos, la tercera característica: deben tener fe (confianza) en el poder y bondad de Dios. Curiosamente, en el evangelio de Mateo tienen más fe los demás que los propios discípulos (el leproso, los que traen al paralítico, la hemorroísa, el capitán romano, la mujer sirofenicia...) Los discípulos son descritos como “gente de poca fe” (véase Mt 8,26; 14,31; 16,8; 17,20). Parece una fe que no llega a la altura de lo que se espera de un discípulo; una fe "quebrantada", dudosa, débil, temerosa en medio del fracaso, (lo que no implica rechazo o negación total de la fe), La sociedad secularizada, injusta, discriminadora que vivimos genera fuertes rechazos a la Palabra de Dios. Necesitamos poner nuestra fe, nuestra confianza en Jesús para enfrentar con éxito los rechazos y persecuciones.

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