Felices.
Resulta reconfortante que Mateo haya abierto la enseñanza del maestro Jesús con palabras de ánimo para sus alumnos. Cercano a ellos, Jesús les dice: ¡Dichosos vosotros! ¡Ánimo! ¡Desbordad de alegría! Adoptando actitudes y adquiriendo comportamientos comprometidos y poco cotizados socialmente, el alumno de Jesús corre el riesgo de vivir situaciones tan difíciles y duras, que le lleven a experimentar desilusión y soledad, y a sacar la conclusión de que los compromisos adquiridos son demasiado arduos para él. Es precisamente entonces cuando cobran sentido las palabras de cercanía y de ánimo de Jesús, asegurando al alumno la cercanía y el calor de Dios. ¡Y la palabra de Jesús no es de las que el viento se lleva! Esta es la recompensa del alumno. Nada de esto tiene que ver con resignación o alienación, como injusta y torticeramente se sigue todavía escuchando. Sólo desde el odio, la mezquindad o la falta de instrucción se pueden tergiversar las palabras de Jesús.