Como un susurro.


EL DON DE FORTALEZA.

En días como hoy parece que el Espíritu rezuma por todos los rincones y nos hace una clara invitación a escuchar su “susurro”. La escucha no es tarea fácil en la actualidad ya que, a veces, las personas estamos lejos de nosotras mismas, atrapadas en mil demandas, quehaceres y agobios. Estamos a su escucha cuando somos capaces de superar la mediocridad, las culpabilidades o las heridas añejas y, por el contrario, trasmitimos frescura, solidaridad, acogida, a pesar, de todas las dificultades que se nos puedan presentar.

El susurro del Espíritu nos empuja a ser y a crecer, nos restaura y cura las heridas y se hace presente en aquellos “encuentros” que dan sentido a nuestro vivir. Percibimos que es el Espíritu quien nos hace capaces de la propia escucha y valorar nuestra vida como un gran regalo.


Sin embargo, a todas y todos nos llega en determinados momentos la crisis inesperada que quiere hacer sucumbir nuestra esperanza; es el tiempo en que nuestros deseos más nobles se quiebran por incomprensiones, muertes o decepciones. Hacer que la esperanza vuelva a resurgir resulta un milagro más de la vida y de la presencia del Espíritu. El Espíritu siempre es vida frente a lo que está muerto, siempre es movimiento frente a lo petrificado.

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