Domingo 32º del Tiempo Ordinario - Ciclo A -12 de noviembre de 2023.

  

La Sabiduría la encuentran los que la buscan.

Todos aguardamos algo o a alguien: el resultado de una prueba médica, unas vacaciones o un viaje, el día de la boda, una fiesta familiar, un puesto de trabajo, el sorteo de lotería, a un amigo... Quien no espera nada ni a nadie está ya como muerto. La espera da ritmo y emoción a nuestra vida, y la imaginación hace ya presente aquello que estamos esperando, y el corazón va preparándose, gradualmente, para recibir y gozar de lo bueno.

Así también, decimos que esperamos. Y decimos que buscamos a Dios, o que lo intentamos. Pero, a menudo, nos cansamos. Nos quedamos dormidos. Y no somos previsores. Necesitamos, pues, el aceite de la Palabra de Dios, que viene a sacudirnos, a despertarnos. En la lámpara de nuestra fe hay que poner mucha Palabra, para que nuestra fe no decaiga. En el Bautismo nos ungieron, en la Confirmación nos ungieron con el aceite sagrado. Es muy posible que todavía te quede algo de ese aceite. Y, si lo has descuidado, los demás no te podrán dar del suyo, es personal e intransferible. Si te falta, siempre hay remedio. Tendrás que pedírselo con fuerza al Único que te lo puede dar. Ponte a buscarle otra vez, reza, escúchate dentro y, sobre todo, no te canses. Sigue rezando y leyendo la Palabra.

Porque llegará el Señor a tu encuentro. Eso es seguro. Antes o después. Lo llamamos con frecuencia, aunque sea porque la Liturgia nos lleva. Y si viene y encuentra que te quedaste sin aceite, que dejaste de esperarlo, Él entrará y cerrará la puerta, después de decir que no te conoce. Algo muy duro.

Estad atentos, porque no sabéis ni el día ni la hora. Pero seguro que vendrá. ¡Vaya si vendrá! ¡Y le encuentran los que le buscan!

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