Domingo 34 - Ciclo A - Solemnidad de Cristo Rey - 26 de noviembre de 2023).

 

  Venid vosotros, benditos de mi Padre.

Estamos concluyendo otro año litúrgico con toda la Iglesia. Es bueno que hagamos un balance personal –y comunitario, también– y nos preguntemos si durante el tiempo transcurrido hemos realizado una coherente acción evangelizadora, de promoción humana, de santificación personal y fraterna con quienes vivimos, de glorificación a Dios en Cristo, hacia donde convergen como meta todas las actividades de la Iglesia. Y debemos plantearnos más cosas, a la luz de la Palabra de Dios, en esta fiesta de Cristo Rey: ¿cómo estamos viviendo la vida presente?, ¿tenemos presente la vida futura?

Cristo Rey nos revela hoy dos cosas:

1.     El gran Amor de Dios para con nosotros. Mandó a su Hijo para que con su pasión y cruz nos redimiera, sabiendo que iba a sufrir y padecer porque lo mandó como cordero entre lobos. Es muy fuerte que un padre sea capaz de hacer esto por amor, es la muestra de la medida mayor que se pueda dar porque nos quiere con locura, hasta el extremo.

2.     Las preguntas del examen final. El criterio de evaluación de nuestra vida está claro, quiere que tengamos un amor concreto y sobre todo, con el prójimo en dificultad. Amar sin mirar a quién, sin esperar nada a cambio, con hechos muy concretos. Todos hemos recibido atención, cuidados, perdón y confianza de Dios a través de los hermanos; todos podemos decir algo a los demás para que sientan la ternura del Padre como hizo Jesús en su misión. No cuenta si podemos dar mucho o poco. Lo importante es cómo damos, cuánto amor ponemos incluso en un pequeño gesto de atención al otro. A veces basta con ofrecer un vaso de agua, un gesto sencillo y grande a los ojos de Dios si lo hacemos en su nombre, o sea, por amor.

Por tanto, lo que Cristo Rey nos trasmite hoy es muy exigente: no detener el flujo del amor de Dios. Sabemos el Amor que tiene por nosotros, lo sentimos con fuerza cada día y eso no se puede quedar encerrado, tiene que salir y dar ese amor a los demás, como los vasos comunicantes. Nos pide nuestra colaboración activa, creativa y responsable, por el bien común a partir de las pequeñas cosas de cada día, viéndole a Él en cada prójimo. Experimentaremos que el amor es contagioso y que todo lo que se hace por amor, permanece. Ayudaremos a construir su Reino que perdurará por siempre.

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