14 de enero de 2024. 2º Domingo Ordinario. Ciclo B.

 
 

 «Venid y lo veréis».
 
Si analizamos en profundidad las lecturas, nos daremos cuenta de que de lo que están hablando las tres es de la importancia de escuchar la Palabra de Dios en nuestras vidas. El libro de Samuel recoge el relato de la vocación de un joven que aún no está familiarizado con la voz de Dios, y es el anciano Elí el que tiene que enseñarle. Pero él, acabará respondiendo con humildad y disponibilidad: “Habla, Señor, que tu siervo escucha”. Se trata, por otro lado, de una experiencia personal, que lleva a una transformación y descubrimiento mutuos y progresivos. Lo mismo que ocurre en el relato del evangelio de Juan. Ambos tienen en común que son relatos de vocación. 
 
En todos ellos se presentan tres etapas o tres niveles. Primero tenemos el marco del relato de la vocación, el servicio en el templo, el seguimiento de Juan… Luego, el encuentro con la trascendencia, la voz de Dios en Samuel y el encuentro personal con Jesús, en el evangelio. Y finalmente, la adhesión, el seguimiento.
 
La invitación vocacional se nos hace a todos, cada uno a su vocación particular, cada uno con sus propios talentos. Todos somos llamados a escuchar la voz de Dios en medio del bullicio de esta sociedad, todo en ella es ficción en función de unos intereses particulares que no buscan más que nuestra adhesión, y nuestro dinero.
 
 San Pablo, por su parte, nos recuerda que todo en nosotros pertenece a Dios, hemos sido creados por Él, y por eso, nuestros cuerpos son templos del Espíritu. Si lo pensamos bien, en nuestra cultura, el alma ha sido creada por Dios, es un pedazo de Él, como nos recuerda el relato del Génesis. Por eso, nuestros cuerpos, prefigurados con ese alma de origen divino, son su templo, y por ende, merecedor de respeto y cuidado. 
 
Del evangelio, además del evidente relato de vocación, habría que centrar nuestra atención en la actitud del Bautista, la humildad que demuestra para cumplir los planes de Dios. Su vocación de servicio le lleva a saber dar un paso atrás. Reconoce al Mesías y se lo señala a sus discípulos para que estos le sigan a él. No busca notoriedad, reconocimiento, ni nada, solo cumplir con su misión, con su fusión, con su servicio. 
 
No podemos olvidar que la Iglesia, especialmente hoy también cumple esa misión, en este día en el que celebramos la Jornada de la Infancia Misionera. Los más mayores recordarán aquellas huchas con forma de niños asiáticos, africanos, americanos… en las que se realizaba la colecta de hoy. Los niños también son enviados a dar testimonio y muchas veces lo hacen, incluso mejor que los mayores. 
 
En este día, pidamos la gracia de abrir nuestros corazones y oídos para escuchar la voz de Dios que nos llama a vivir en su amor. Que, al igual que Samuel y los primeros discípulos, respondamos con generosidad y disposición a seguir a Jesús, siendo conscientes de que nuestros cuerpos son templos del Espíritu Santo. Que esta Palabra nos inspire a vivir con autenticidad y fidelidad al Señor en cada aspecto de nuestras vida.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Andaban como ovejas que no tienen pastor. XVI DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO (AÑO B)

He visto al Señor y ha dicho esto. SANTA MARÍA MAGDALENA, fiesta