21 de enero de 2024. 3º Domingo Ordinario. Ciclo B. ¡Si! ¡La cosa empezó en Galilea!.



Un encuentro que determina la vida.
Las personas recordamos aquellos acontecimientos que han marcado nuestra historia. También los discípulos de Jesús lo hacían. Los evangelios dedican tiempo a recordar cómo fue la llamada del Maestro a los suyos. Nosotros hemos recibido esa misma llamada. Es el Señor quien ha salido a nuestro encuentro y nos ha dicho «¡ven conmigo! ¡Cuento contigo!». Nosotros queremos responderle para ser pescadores de hombres, trabajadores de su campo y parte de su familia. ¡Somos muy afortunados de sentir esa vocación y querer responder! 

Una llamada constante a la conversión.
Escuchar al Señor es descubrir su presencia con nosotros y abrirnos a su voluntad. Él nos habla hoy en su Palabra, en los sacramentos, en la oración y en la conciencia. También nos habla en el prójimo y en los que sufren, en los acontecimientos cercanos y lejanos. Él nos invita a reconocer y acoger su voluntad en las situaciones de la vida y en la comunidad cristiana. Se trata, en definitiva de «tener los mismos sentimientos de Cristo». De este modo podremos responder al Señor en los afanes de la vida... ¡Que nunca sea una llamada perdida!

Hoy es el domingo de la Palabra de Dios.
Celebramos esta jornada para destacar la importancia de la Palabra de Dios para nuestra vida y para la Iglesia. La escuchamos en la asamblea litúrgica, o la leemos in dividualmente o en grupo, pero no siempre la valoramos suficientemente. La Palabra de Dios siempre nos acerca a Dios, transforma nuestro corazón y nos enseña a vivir. Todos los días estamos llamados a tener un encuentro con Dios en su Palabra. Se trata de conocerla y valorarla, de disfrutarla y dejarnos «tocar» por sus mensajes de total actualidad. Dios, en su Palabra, nos acompaña a cada uno de nosotros. 
 
Rezamos y nos comprometemos  por la unidad de los cristianos.
Este domingo rezamos, especialmente por la unidad de los cristianos y por el reencuentro y la reconciliación de las distintas confesiones. Ya hay muchas rupturas en nuestro mundo como para que la Iglesia esté también rota. No es algo que quisiera Jesús. Está separada por nosotros. Los cristianos necesitamos conocernos y valorarnos más; caminar juntos y realizar acciones comunes; rezar juntos los unos por los otros y romper barreras. Cristo quiso la comunión, el diálogo, el encuentro y la reconciliación. Rezamos y nos comprometemos por el reencuentro y la unidad
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