10 de marzo de 2024. 4º Domingo de Cuaresma. Ciclo B. Jesús y Nicodemo.
Cuando miramos a Cristo en la cruz, es
preciso creer en Él, para tener vida y tenerla en abundancia (Jn 10,10).
Desde lo alto de la cruz, Jesús nos dice que la persona que ha logrado
vivir en plenitud es la que se ha hecho esclava por amor. Amor hasta dar
la vida por los hermanos.
Se nos habla del juicio, que tendrá lugar no sólo al final de los tiempos, sino que tiene lugar ya hoy. La luz ya ha venido al mundo, y de cada uno de nosotros depende aceptarla o no. Porque Dios nos ha amado mucho. Hay decisiones que nos acercan a lo que Dios quiere, y otras que llevan a la muerte eterna.
En todo caso, Jesús se ha hecho presente para ser fuente de salvación, reflejo del amor de Dios. Nos extiende su mano, para ser la luz que nos rescata de las tinieblas. Hay libertad para aceptar o no esa luz. Pero si se acepta, hay que actuar conforme a la verdad y a lo que Dios nos inspira. ¿De qué manera? Creyendo. Creyendo en la Luz. En este mundo predominan las sombras; a pesar de todas las injusticias, a pesar de que los que parecen triunfar son los “malos”, creemis que vivimos en un mundo amigo. Aunque muchas veces nos parezca que Dios está muy lejos, que estamos “dejados de la mano Dios", por medio de Cristo, ha preparado todo para que podamos salvarnos.
Si resulta que vivo en un mundo amigo, si
Dios está de mi lado, debo plantearme mi papel en este mundo. En lo que
queda de Cuaresma, por ejemplo, me puedo plantear si contribuyo a
aumentar la luz del mundo, o hago que las tinieblas se espesen. Puedo
también revisar cuánta luz y cuántas sombras hay en mi vida, en mi
familia, en mi comunidad, en las organizaciones en las que participo…
Como seguidor de Cristo, tengo que ser una luz que ilumine a los que
están en tinieblas, sin conocer a la Luz.
No siempre será fácil. Seamos reflejo de esa luz para muchos otros. Aunque nos cueste. Está en juego nuestra vida eterna.
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