17 de marzo de 2024. 5º Domingo Cuaresma. «Señor, queremos ver a Jesús»



El que tiene apego a su vida la perderá; y el que no está apegado a su vida en este mundo, la conservará para la Vida eterna.


Para el Evangelio la vida humana se asemeja a un original «laberinto»: desaconseja que entendamos nuestra vida como si poseyera un centro, enclavado dentro de nosotros mismos, que fuera el terreno a cultivar para salvarnos. El Evangelio no es exactamente un camino unidireccional y solitario hacia el interior de uno. Dentro de nosotros no se halla la compensación a todos nuestros esfuerzos. Más bien, es lo opuesto. El Evangelio comprende nuestra vida como un laberinto al revés. Dios nos invita a salir precisamente de nuestros «ensimismamientos», allí donde solo nos ocupamos de nosotros mismos, para poner la vida en juego e ir al encuentro de los demás y sus necesidades.


La salida de nuestros laberintos personales, económicos, culturales y sociales sigue la dirección contraria de a donde nos arrastran nuestros amores propios y egocentrismos. Por ese motivo, aunque parezca extraño, la ley llamativa de este universo, por ser obra de Dios, es que
el grano de trigo dará mucho fruto con la condición de que caiga en tierra y muera. Con otras palabras: el que se ame a sí mismo se perderá en su maraña insaciable.

¡Sal fuera de ti! 

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