«Los amó hasta el extremo». JUEVES SANTO DE LA CENA DEL SEÑOR.




(Jn 13, 34). “Os doy un mandamiento nuevo —dice el Señor—: que os améis unos a otros, como yo os he amado”.

Para cuando se produce aquella cena, los discípulo tienen serias reservas sobre lo que pueda significar el Amor con mayúscula. Y precaverse del Amor es Como aceptar que no existe: que es una quimera, que lo ünico que genera es mala conciencia. Sobre ese trasfondo, el Maestro hace el gesto de un esclavo y casi exagera la deferencia para con cada uno de sus discípulos lavándoles los pies. Nos olvidamos de la cadencia lenta de aquella acción servil.

Lava despaciosamente los pies a Pedro, Andrés Santiago el Mayor. Lava los pies a Juan, Felipe y Bartolomé. Lava los pies a Tomás, Mateo y Santiago el Menor. Lava los pies a Judas Tadeo, Simón el Zelote y Judas Iscariote... El sonido de esa agua cayendo en la palangana fue sacramental. Jesús no se apresura. Expresa a sus discípulos que su amistad por ellos persiste. Les reitera que se les ha dado totalmente y que continuará entregándose por ellos sin reserva. Los discípulos tenían que saber que Dios es quien-se-da-todo: y que por eso es Dios. Ese Anor es posible. No es un ideal. Lo están viendo en su Maestro, el que los mira desde el suelo.

Tal Amor ha venido para quedarse a sus pies.

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