Buscando la Luz.


(Jn 3,16-21). Dios envió a su Hijo para que el mundo se salve por él. 

Un teólogo, no un tecnócrata ni un político, fue el que se dirigió en 2015 a la Asamblea de Naciones Unidas nara convencerla de esperanza. Citando a Pablo VI, el papa Francisco recordaba la encrucijada en que nos hallamos: «El verdadero peligro con el que se enfrenta la humanidad está en el hombre, que dispone de instrumentos cada vez más poderosos, capaces de llevar tanto a la ruina como a las más altas conquistas». Nuestra realidad está trenzada de Luz y tinieblas pero Dios lo tiene claro: frente a la opción por un mundo repleto de alambradas y muros, Él promueve su contraria. No son alternativas equivalentes. Esa claridad llega dificultosamente al centro del corazón humano, tan avezado a proscribir y condenar. Dios no viene a juzgar; solo a salvar. He ahí la «luz». iY ciertamente es cegadora!

Tal vez nuestra búsqueda de la Luz pueda sintonizar con lo que San Juan de la Cruz dice sobre sus "Dichos de luz y amor”: «Amas tú, Señor, la discreción, amas la luz, amas el amor sobre las demás operaciones del alma. Por eso, estos dichos serán de discreción para el caminar, de luz para el camino y de amor en el caminar». 

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