Gracia y libertad.


(Jn 12, 44-50) Yo he venido al mundo como luz, y así, el que cree en mí no quedará en tinieblas. 

Cuando la causa es justa, duele mucho la traición al compromiso dado. Para quien la sufre, se convierte en soledad cruenta. Jesús la experimenta mucho antes del Gólgota. Le conduce a deshacerse de apoyos y a caminar únicamente con la luz que su causa le presta. Aprende a vivir según él mismo, no según otros. Sus pasos no estarán alentados por camarilla alguna que los aplauda. Ha de ser fiel a lo que piensa; mucho más a lo que siente. Pero en esa fidelidad sabe que aflorará la infidelidad de otros, ligados a sus absolutos, ligados a la tiniebla paralizante y cegadora. Quizá Jesús esté recordando a los héroes y heroínas que, si quieren seguir adelante, han de vivir de la confirmación silenciosa que les dan sus sueños incomprendidos. Con eso les debería alcanzar.

la salvación no se puede imponer, requiere de la cooperación humana, a la que Dios llama por medio de Cristo. Apela a nuestra libertad al tiempo que ilumina nuestro espíritu para que podamos entenderla y acogerla. Pero esto último depende de nosotros. Es decir, la acción salvífica de Dios no elimina la responsabilidad humana, sino que la supone, al tiempo que la sana, iluminándola. 

Esta combinación de gracia y libertad responsable preside e ilumina toda la realidad comunitaria del mundo y Jesús es la luz del mundo. 



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