Habrá un solo rebaño y un solo Pastor. 4º Domingo de Pascua. Ciclo B.


(Jn 10, 11-18) El buen pastor da su vida por las ovejas. 

Jesús es fiscalizado. Ha de  aclarar continuamente que su modo de ejercer el poder lo sitúa en las antípodas de lo que era usual. Trae la imagen de un pastor y su estilo genuino de velar por su rebaño. Por una parte, conoce a sus ovejas una por una. Les ha puesto nombre, No las numera, ni las cataloga, ni las cosifica como si fueran solo medio de producción. El pastor distingue hasta los andares y trotes de sus ovejas. Intuye en sus balidos cuándo están mal y cuándo se les cierne una amenaza. Por otra parte, el pastor se enfrentará a cualquier lobo que pretenda atacar a su rebaño. Se interpondrá para que sus ovejas no luchen directamente contra una fuerza que las pueda diezmar, a riesgo de que eso le cueste la vida. Con todo ello, Jesús es piedra de toque para cualquier dirigente. Les pregunta si su corazón ha sido seducido por quienes dirige. La cuestión crítica que ha de resolver todo poder es si está dotado de entrañas de empatía. Porque, si fuera el caso, el líder notará enseguida que ya no lidera propiamente desde sí mismo. Quien lidera es el amor que tiene por quienes están a su cuidado.
 

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