La venida del Paráclito.


(Jn 16, 5-11) Si no me voy, no vendrá a vosotros el Paráclito. 

«El Príncipe de este mundo está condenado». A uno le gustaría que esta condena fuese proclamada en los mil sitios del planeta donde muchos detentadores de poderes deshumanizadores campan por sus respetos. Sería suficiente con colgar tal condena en la entrada principal de los sistemas egocéntricos que pilotan el mundo. Por supuesto, no se creería palabra alguna y el heraldo que trajo el aviso sería despreciado por su ingenuidad. El Príncipe de este mundo está convencido de que no habrá juicio sobre él porque su pecado desactivará todo deseo de justicia. Y, sin embargo, Jesús dice que ya se ha dictado sentencia: el mal carece de suelo donde afirmarse. La historia ratifica esa sentencia cuando, para asombro suyo y de sus secuaces, los poderosos no consiguen perpetuarse en la injusticia que crearon... y mueren traicionados por otros que van armados de su propia maldad. El Espíritu Paráclito, intercesor y consuelo que nos envía Jesús, vencerá nuestra obstinación, modelará el camino a seguir y nos dirá que hacer en toda circunstancia.


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