Su Espíritu a todos da.
(Jn 16, 12-15) El Espíritu de la verdad os guiará hasta la verdad plena.
Juan, en estas líneas, augura lo que será Pentecostés. A partir de lo que fue aquel acontecimiento del Espíritu, ya ningún creyente se sentirá ajeno a Jesús: ni a sus palabras, ni a sus hechos. Pentecostés fue ocasión para que se interiorizara al Resucitado. No se iba a ir más, porque habita nuestra profundidad. El Espíritu hace que el Evangelio no sea vago, sino concreto; que no sea historia pasada, sino presente en curso; que no sea ejemplo nostálgico, sino guía actual de la propia libertad; que no se interprete como experiencia privada de unos pocos, sino como impulso comunicable en cualquier cultura y lengua.
Por el Espíritu, Jesús deja de pertenecer a un tiempo y a un lugar determinados para ser misteriosamente de todo tiempo y de todo lugar.
Jesús está entre nosotros. Él vive hoy y su Espíritu a todos da.
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