¿Qué es eso para tantos?. XVII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO (AÑO B)



(Jn 6, 1-15) Repartió a los que estaban sentados todo lo que quisieron. 

De todos los personajes de esta escena de multiplicación de los panes hay uno que pasa casi totalmente desapercibido, como si fuera un actor de reparto. Pero el guion de la historia da a entender que es esencial para que el milagro se produzca. Se trata de aquel «muchacho» que, por la razón que sea, tiene «cinco panes de cebada y un par de peces». Andrés repara en él casi como una anécdota, como un mal ejemplo: lo pone como prueba de que el grupo de discípulos no posee instrumento alguno para solventar la situación que planteaba aquella masa hambrienta. Es demasiada
pequeñez en medio de lo inconmensurable: cinco mil hombres y una ingente carencia de medios, valorada en «doscientos denarios». Dicen algunos que aquel muchacho podría representar al Dios de Israel, el que siempre cuidó de su pueblo. Ahora se hace presente en Jesús con su seña princıpal de identidad: con la lógica extraña que constituye su predilección por lo  pequeno. Esa pequeñez es la base del milagro. Jesús realiza eucaristia con ella y la reparte. Lo mínimo, aunque sea insignificante, Jesús lo transforma en universal. Nunca nuestra humanidad fue considerada así: tan limitada y simultáneamente tan ilimitada, capaz en Dios de transformar la escasez en abundancia.

Jesús transforma en la Eucaristía nuestra necesidad y desvalimiento en banquete universal que sacia nuestras carencias. 

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