Señor, enséñanos a orar.


A diario rezamos el ‘Padrenuestro’. Si estamos afligidos, para hallar consuelo; si estamos felices, para agradecer al Señor. Esta sencilla oración nos acompaña desde la infancia y nos descubre el camino de la vida como discípulos del Señor. Esta oración, en su particular sencillez, condensa toda la espiritualidad cristiana y nos convoca a vivir una experiencia de Dios que transforme nuestra persona y nuestros vínculos con el prójimo y con la naturaleza. La oración comienza con un reconocimiento explícito y afectuoso de Dios como Padre. En los albores del Antiguo Testamento, el Génesis nos lo hace descubrir como creador, dador de bendición y de promesa. El Exodo nos descubre a ese Dios que sale en rescate de su pueblo y lo libera de la esclavitud para llevarlo a una vida nueva. El mismo Dios que orienta a su pueblo para que viva en armonía y respeto cumpliendo sus mandamientos. El Levítico nos muestra el camino de santidad que abre el vivir la voluntad de Dios. El libro de los Números nos permite ver al Dios que marcha entre su pueblo animando la vida en medio de la conflictividad cotidiana. El Deuteronomio nos revela esa ley que Dios ha manifestado en el Sinaí y ha escrito en nuestros corazones. Más tarde, Jesús nos revelará el rostro de un Dios que es misericordia y que se manifiesta como un padre solícito y amoroso.

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