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Trabajad por el alimento que perdura para la vida

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(Jn 6, 24-35) El que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí no tendrá sed.  La imagen del Pan verdadero a la. Que.. tanto recurre Jesús para explicar el alcance auténtico de su xida en nosotros. ataca la cultura   actual y su estilo  ente las necesidades humanas más Perentorias...  Pero no fue Moisés quien os dio pan del cielo, sino que él Padre  el que os da elverdadero pan del cielo. Por Dios es el que baja del cielo y da vida al. Mundo el pan del mundo». Entonces les dijo: Yo soy el pan de vida.s  El que viene a mí no tendrá hambre o tendrá  sed jamás», Ia imagen del  «pan verdadero», a la que tanto recurre Jesús para explicar el alcance auténtico de su vida a nosotros, torpedea la cultura actual y su estilo de atender las necesidades humanas más decisivas. No parece que las notas y. estrategias de este estilo sea exitoso al echar una ojeada a los síntomas de cansancio vital y los niveles subjetivos de insatisfacción que puehia el alféizar de tu ventana con frondosos junco

“El que siembra la buena semilla es el Hijo del hombre”

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(Mt 13, 36-43) Lo mismo que se arranca la cizaña y se echa al fuego, así será al final de los tiempos Somos cada uno trigo y cizaña. Lo mejor está combinado con lo que no es tan bueno. Las luces tienen motas de sombras; las sombras están veteadas de luz. Encada persona hay un campo de batalla entre lo más noble y lo más plebeyo; en cada pueblo, hay héroes para festejar y hechos que solo merecen ser olvidados. ILa realidad es ambivalente por todas partes. Es imposible cribar a la perfección lo extraordinario y lo despreciable.Somos esa mezcla. Y es Cuando tenemos que optar por lo más difícil, aceptar que en muestro campo hay mala hierba, pero por entre la que espiga el trigo fuerte y refulgente. por muchas malas hierbas que existan, Ese trigo merece su cosecha. Será alimento y, ademas, semilla... para la próxima  Cosecha. 

¿Qué es eso para tantos?. XVII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO (AÑO B)

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(Jn 6, 1-15) Repartió a los que estaban sentados todo lo que quisieron.  De todos los personajes de esta escena de multiplicación de los panes hay uno que pasa casi totalmente desapercibido, como si fuera un actor de reparto. Pero el guion de la historia da a entender que es esencial para que el milagro se produzca. Se trata de aquel «muchacho» que, por la razón que sea, tiene «cinco panes de cebada y un par de peces». Andrés repara en él casi como una anécdota, como un mal ejemplo: lo pone como prueba de que el grupo de discípulos no posee instrumento alguno para solventar la situación que planteaba aquella masa hambrienta. Es demasiada pequeñez en medio de lo inconmensurable: cinco mil hombres y una ingente carencia de medios, valorada en «doscientos denarios». Dicen algunos que aquel muchacho podría representar al Dios de Israel, el que siempre cuidó de su pueblo. Ahora se hace presente en Jesús con su seña princıpal de identidad: con la lógica extraña que constituye su predilección

Sembrar en tierra buena.

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(Mt 13, 18-23) El que escucha la palabra y la entiende, ese da fruto.   Somos el terreno donde el Señor arroja la semilla de su Palabra.  No estamos exentos de la dinámica del mal. Eso hace que ser creyente equivalga a estar vigilante para cuidar lo nuclear. Es una ingenuidad suponer que el mal nos es tangencial y nunca nos desafiará. Esa suposición es, en el fondo, una renuncia a la hondura. La parábola del sembrador viene a recordarnos que el futuro es de los profundos, no de los superficiales. En suma, aunque tengamos que estar alerta (iadiós a la tranquilidad absoluta!), aunque el conflicto nos enrede (iadiós a una vida sin problemas!), aunque nos tienten las soluciones fáciles (iadiós a transigir con lo políticamente correcto!), el Señor dice que lo recibido de Dios perdura y, sobre todo, fructifica según sea la profundidad de que nos dotemos.

El Congo y el coltán.

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Una historia de solidaridad: ETIENNE que vive en la República Democrática del Congo; trabaja en las minas de coltán.

He visto al Señor y ha dicho esto. SANTA MARÍA MAGDALENA, fiesta

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(Jn 20, 1-2. 11-18) Mujer, ¿por qué lloras?, ¿a quién buscas?  Si aventuráramos una especie de protocolo para la Resurrección, uno pensaría lo de san Ignacio: el Resucitado se aparecería a su madre antes que a nadie más. Después habría procedido con los discípulos y con los  diferentes circulos que se constituyeron en torno al Maestro. Pero el Resucitado no opera así. El primer paso protocolario que elige es aparecerse a María Magdalena. La comunidad primitiva lo tuvo claro: fue ella, y no otros, el testigo inicial. Hay algo en esa dignidad que convierte a María Magdalena en prototipo de creyente. Y es que decide ir al sepulcro, lo que ninguno de los discípulos siquiera intenta. Es una decisión cargada de resolución, «de madrugada», «cuando todavía estaba oscuro». En el gesto se ha querido ver el afecto de María Magdalena a Jesús y su forma de realizar su duelo. Pero también se ha vislumbrado la dinámica propia de la fe: creer nos impulsa a dirigirnos en contra de la desolación. María

Andaban como ovejas que no tienen pastor. XVI DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO (AÑO B)

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(Mc 6, 30-34) «Venid vosotros a solas a un lugar desierto a descansar un poco». Esta escena da una luz potente sobre cómo afrontar el discipulado. Estará marcado por una tensión interna. Por una parte, se trata de una vida desbordada de actividad. Los discípulos se encuentran con multitud de precariedades, en  respuesta a ellas, realizan una labor ingente e imparable. Literalmente, no hay espacio «ni para comer». Pero, por otra parte, Jesús conciencia a sus discípulos de que ese activismo erosiona. Les propone entonces descanso. No es un mero corte, es descanso que pretende la recuperación de lo esencial en «un lugar solitario». Podemos suponer que así lo hizo frecuentemente en el marco de una itinerancia intensa, durante la cual se reproduciría la misma escena: quienes buscan al grupo «fueron corriendo por tierra a aquel sitio y se les adelantaron», La tensión entre acción y contemplación modula el seguimiento de Jesús. Presume un discernimiento constante ante un mundo muy crucificado